«Sentada a los pies de Jesús, escuchaba su palabra.» Sentarse a los pies de alguien es la actitud del discípulo respecto al maestro. En el libro de los Hechos de los Apóstoles, por ejemplo, cuando Pablo cuenta su vida, dice: «Yo de joven me sentaba a los pies de Gamaliel en Jerusalén», era discípulo suyo, él era mi maestro. Es interesante la actitud de María (la hermana de Marta), porque en el evangelio sólo vemos a los hombres como discípulos: los apóstoles. Aquí aparece una mujer como discípula que escucha las palabras del Maestro. Nos viene a la mente una expresión de Jesús: «Dichosos los que escuchan la Palabra de Dios y la ponen en práctica». María vive la bienaventuranza evangélica, la de la escucha de la Palabra. Es la imagen perfecta del discípulo, de la humanidad que escucha la Palabra de Dios, y es la imagen que inmediatamente evoca la figura de la perfecta discípula, María, la madre de Jesús, que dice: «Que me suceda según dices». De la hermana de Marta se puede decir lo que está escrito de María, la madre de Jesús: «Guardaba todos estos recuerdos y los meditaba en su corazón». María de Nazaret y María de Betania son el modelo de la escucha, del discípulo que interioriza la Palabra, que sabe recibirla; el modelo de la contemplación, la imagen de la Iglesia que escucha poniendo como prioridad la Palabra de Dios, la escucha del Señor.
- ¡NO ME RESTAURES, TE LO PROHIBO! ¡¿LO OYES?! - Si Señor, te lo prometo, no te restauraré. - Gracias— me contestó el Cristo. Su tono volvió a darme confianza. - ¿Por qué no quieres que te restaure? No te comprendo. ¿No comprendes Señor, que va a ser para mí un continuo dolor cada vez que te mire roto y mutilado? ¿No comprendes que me duele? - Eso es lo que quiero, que al verme roto te acuerdes siempre de tantos hermanos tuyos que conviven contigo; rotos, aplastados, indigentes, mutilados. Sin brazos, porque no tienen posibilidades de trabajo. Sin pies, porque les han cerrado los caminos. Sin cara, porque les han quitado la honra. Todos los olvidan y les vuelven la espalda. ¡No me restaures, a ver si viéndome así, te acuerdas de ellos y te duele, a ver si así, roto y mutilado te sirvo de clave para el dolor de los demás! Muchos cristianos se vuelven en devoción, en besos, en luces, en flores sobre un Cristo bello, y se olvidan de sus hermanos los hombres, cristos feos, roto...
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