La libertad cristiana nace de la fe y se sitúa en la fe, según la profunda frase de Lutero: "Esta es, por tanto, la libertad del cristiano: nuestra fe"; pero aquí precisamente manifiesta su dramatismo, ya que la fe del hombre es siempre parcial y limitada, y le acecha siempre lo que Heinrich Schlier ha llamado la tentación de la "autojusticia", a saber, la pretensión de ser justos por nosotros solos y de administrar solos nuestra libertad. La existencia humana aparece "prisionera de sí misma"; la libertad cristiana se perfila entonces como "liberación de esta existencia inevitablemente caída" y condenada, precisamente por haber caído, a recaer continuamente. "¿Por qué la existencia, puesta por cada mandamiento ante el interrogante de si quiere permanecer o no ligada a sí misma, se ve instada por la ley a liberarse de sí misma, pero luego vuelve a caer siempre de nuevo?... La respuesta es la siguiente: porque, al renunciar a Dios, ha renunc…
El bautismo sella para cada uno de nosotros el abrazo del Padre, es signo eficaz de las relaciones vitales que el Padre, el Hijo y el Espíritu establecen con nosotros, nos otorga un corazón nuevo, nos capacita para practicar la obediencia filial —como Jesús— al proyecto amoroso de Dios. El bautismo sella también nuestro ingreso en la gran familia de la Iglesia, nos habilita para celebrar la eucaristía, escuchar la palabra de Jesús y dar testimonio de la misma, vivir la caridad fraterna, poner nuestros dones al servicio de todos. Finalmente, el bautismo nos convierte en signo de esperanza para toda la humanidad, ya que crea en nosotros una humanidad nueva, libre del pecado, dispuesta a entrar en los distintos ámbitos de la convivencia humana, no con el egoísmo agresivo de quien reconduce a todos y todo hacia sí mismo, sino con la firme disponibilidad de quien, dejándose atraer por Cristo, está dispuesto a ayudar, a colaborar, a servir, a amar. La meditación sobre nuestro bautismo es si…