Viernes Santo de la Pasión del Señor Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos
Carta circular dada en la sede de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos
Viernes Santo de la Pasión del Señor
58. En este día, en que "ha sido inmolada
nuestra víctima pascual: Cristo" (63), la Iglesia, meditando sobre la
Pasión de su Señor y Esposo y adorando la Cruz, conmemora su nacimiento del
costado de Cristo dormido en la Cruz e intercede por la salvación de todo el
mundo.
59. La Iglesia, siguiendo una antiquísima
tradición, en este día no celebra la Eucaristía; la sagrada Comunión se
distribuye a los fieles solamente durante la celebración de la Pasión del
Señor; sin embargo, los enfermos que no pueden participar a dicha celebración
pueden recibirla a cualquier hora del día (64).
60. El Viernes de la Pasión del Señor es un día de
penitencia obligatorio para toda la Iglesia por medio de la abstinencia y el
ayuno (65) .
61. Está prohibido celebrar en este día cualquier
sacramento, a excepción de la Penitencia y de la Unción de los enfermos (66).
Las exequias han de celebrarse sin canto, sin órgano y sin tocar las campanas.
62. Se recomienda que en este día, se celebre en
las iglesias el Oficio de lectura y las Laudes, con participación de los fieles
(cf. n. 40).
63. La celebración de la Pasión del Señor ha de
tener lugar después del mediodía, cerca de las tres (h. 15). Por razones
pastorales puede elegirse otra hora más conveniente para que los fieles puedan
reunirse más fácilmente: por ejemplo desde el mediodía hasta el atardecer, pero
nunca después de las nueve de la noche (h. 21) (67).
64. El orden de la acción litúrgica de la Pasión
del Señor (liturgia de la Palabra, adoración de la Cruz, y sagrada Comunión),
que proviene de la antigua tradición de la Iglesia, ha de ser conservado con
toda fidelidad, sin que nadie pueda arrogarse el derecho de introducir cambios.
65. El sacerdote y los ministros se dirigen en
silencio al altar sin canto alguno. Si hay que decir algunas palabras de
introducción, debe hacerse antes de la entrada de los ministros.
El sacerdote y los ministros, hecha la debida
reverencia al altar, se postran rostro en tierra; esta postración, que es un
rito propio de este día, se ha de conservar diligentemente por cuanto significa
tanto la humillación "del hombre terreno" (68), cuanto la tristeza y
el dolor de la Iglesia.
Los fieles durante el ingreso de los ministros
están de pie, y después se arrodillan y oran en silencio.
66. Las lecturas han de ser leídas por entero. El
salmo responsorial y el canto que precede el Evangelio, cántense como de
costumbre. La historia de la Pasión del Señor según San Juan se canta o se
proclama del mismo modo que se ha hecho en el domingo anterior (cf. n. 33).
Después de la lectura de la Pasión hágase la homilía y al final de la misma los
fieles pueden ser invitados a que permanezcan en oración silenciosa durante un
breve espacio de tiempo (69).
67. La oración universal ha de hacerse según el
texto y la forma establecida por la tradición, con toda la amplitud de las
intenciones, que expresan el valor universal de la Pasión de Cristo, clavado en
la Cruz para la salvación de todo el mundo. En una grave necesidad pública, el
Ordinario del lugar puede permitir o mandar que se añada alguna intención
especial (70). De entre las oraciones que se proponen en el Misal, el sacerdote
puede escoger aquellas que se acomoden mejor a las condiciones del lugar, pero
de tal modo que se mantenga el orden de las intenciones que se propone para la
oración universal (71).
68. En la ostención de la Cruz úsese una cruz
suficiente grande y bella. De las dos formas que se proponen en el Misal para
mostrar la Cruz, elíjase la que se juzgue más apropiada. Este rito ha de
hacerse con un esplendor digno de la gloria del misterio de nuestra salvación;
tanto la invitación al mostrar la Cruz como la respuesta del pueblo hágase con
canto, y no se omita el silencio de reverencia que sigue a cada una de las
postraciones, mientras el sacerdote celebrante, permaneciendo de pie, muestra
elevada la Cruz.
69. Cada uno de los presentes del clero y del
pueblo se acercará a la Cruz para adorarla; dado que la adoración personal de
la Cruz es un elemento muy importante de esta celebración, y únicamente en el
caso de una extraordinaria presencia de fieles, se utilizará el modo de la
adoración hecha por todos a la vez (72).
Úsese una única cruz para la adoración tal como lo
requiere la verdad del signo. Durante la adoración de la Cruz cántense las
antífonas, los "improperios" y el himno, que evocan con lirismo la
historia de la salvación (73), o bien otros cantos adecuados (cf. n.42).
70. El sacerdote canta la invitación al "Padre
nuestro", que es cantado por toda la asamblea. No se da el signo de paz.
La comunión se desarrolla tal como está descrito en el Misal.
Durante la comunión se puede cantar el salmo 21, u
otro canto apropiado. Terminada la distribución de la comunión, el píxide o
copón se lleva a un lugar preparado de la iglesia.
71. Terminada la celebración se despoja el altar,
dejando la Cruz con cuatro candelabros. Dispóngase en la iglesia un lugar
adecuado (por ejemplo la capilla donde se colocó la reserva de la eucaristía el
Jueves Santo), para colocar allí la Cruz, a fin de que los fieles puedan
adorarla, besarla y permanecer en oración y meditación.
72. Los ejercicios de piedad, como son el "Via
Crucis", las procesiones de la Pasión y el recuerdo de los dolores de la
Santísima Virgen María en modo alguno pueden ser descuidados, dada su
importancia pastoral. Los textos y los cantos utilizados, en los mismos han de
responder al espíritu de la liturgia del día. Los horarios de estos ejercicios
piadosos han de regularse con el horario de la celebración litúrgica de tal
manera que aparezca claro que la acción litúrgica por su misma naturaleza está
por encima de los ejercicios piadosos (74).
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