- ¡NO ME RESTAURES, TE LO PROHIBO! ¡¿LO OYES?! - Si Señor, te lo prometo, no te restauraré. - Gracias— me contestó el Cristo. Su tono volvió a darme confianza. - ¿Por qué no quieres que te restaure? No te comprendo. ¿No comprendes Señor, que va a ser para mí un continuo dolor cada vez que te mire roto y mutilado? ¿No comprendes que me duele? - Eso es lo que quiero, que al verme roto te acuerdes siempre de tantos hermanos tuyos que conviven contigo; rotos, aplastados, indigentes, mutilados. Sin brazos, porque no tienen posibilidades de trabajo. Sin pies, porque les han cerrado los caminos. Sin cara, porque les han quitado la honra. Todos los olvidan y les vuelven la espalda. ¡No me restaures, a ver si viéndome así, te acuerdas de ellos y te duele, a ver si así, roto y mutilado te sirvo de clave para el dolor de los demás! Muchos cristianos se vuelven en devoción, en besos, en luces, en flores sobre un Cristo bello, y se olvidan de sus hermanos los hombres, cristos feos, roto
Cuando el teólogo protestante Scott Hahn asistió a una Santa Misa, se sorprendió al mirar lo mucho que se citaba la Biblia en el culto católico. Dice que le daban ganas de ponerse de pie y decir «eso está en esta cita bíblica, eso en esta otra»… nunca imaginó que el culto católico estuviera tan sumergido en la Palabra. Acabó por convertirse a la Iglesia Católica y escribió el libro «La Cena del Cordero»; subtitulado «La Misa, el cielo en la tierra». En efecto, al INICIO de la Misa decimos «en el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo»… eso está en Mt 28,19. SALUDO: El sacerdote saluda «El Señor esté con ustedes» a lo que la asamblea responde «y con tu espíritu»… es 2 Tm 4,22. También puede saludar de otro modo «la gracia de nuestro Señor Jesucristo, el amor del Padre y la comunión del Espíritu Santo esté con ustedes» lo dice 2 Cor 13,14. PIEDAD: Es el grito del ciego de Jericó y la oración del publicano… en Lc 18 o 2 Tm 1,16. GLORIA: Imitando a los ángeles en la